Escrito por Cortina. A. y Martínez .E. Ética. Editorial Akal. Madrid. 2001*
ÉTICAS DE MÁXIMOS Y
ÉTICAS DE MÍNIMOS*
Un buen número de
autores considera hoy en día que conviene distinguir "lo justo" y
"lo bueno" dentro del fenómeno moral en su totalidad, sin olvidarnos
de que "distinguir" dos aspectos de un fenómeno para comprenderlo
mejor no significa suponer que en la realidad se dan separados. Resulta imposible
sin duda averiguar qué es lo justo si no tenemos ya unos ideales de vida buena,
y es de igual modo imposible diseñar un ideal de felicidad sin contar con
elementos de justicia. Sin embargo, lo justo y lo bueno pueden y deben
distinguirse en el siguiente sentido.
Cuando tenemos algo
por justo no estamos pretendiendo sólo expresar un sentimiento(emotivismo), ni
informando de que lo aprobamos(subjetivismo), ni tampoco exigiendo que sólo lo
tenga por justo nuestro propio grupo(relativismo), sino que estamos
pretendiendo que lo tenga por justo cualquier ser racional que se sitúe en
condiciones de imparcialidad; es decir, estamos pretendiendo que debe tenerlo
por justo cualquier ser racional que no se deje llevar por sus intereses
individuales o grupales, sino por intereses universalizables, porque creemos
tener razones suficientes para convencer a otras personas de que la propuesta
satisface tales intereses.
(Si decimos, por
ejemplo, que es injusta la actual distribución de la riqueza, en virtud de la
cual gran parte de la humanidad muere de hambre, no intentamos solamente
expresar una opinión, sino afirmar que debería cambiar tal distribución y qué
pensaría igual que nosotros cualquier ser racional, que deseara satisfacer
intereses universalizables).
La justicia se
refiere, por tanto, a lo que es exigible en el fenómeno moral y además exigible
a cualquier ser racional que quiera pensar moralmente. Con lo cual nos
encontramos con que es moralmente justo lo que satisface intereses
universalizables. ¿Cómo podríamos averiguar cuáles son esos intereses?
Celebrando un diálogo entre todos los afectados en condiciones de simetría,
como propone la ética discursiva.
Sin embargo, cuando
tenemos algo por bueno, por "felicitante", no podemos exigir que
cualquier ser racional lo tenga por bueno, porque ésta sí que es una opción
subjetiva. En este sentido es en el que hoy en día ha hecho fortuna la
distinción entre éticas de mínimos y éticas de máximos, entre "éticas de
la justicia" y "éticas de la felicidad".
Las éticas de la
justicia o éticas de mínimos se ocupan únicamente de la dimensión
universalizable del fenómeno moral, es decir, de aquellos deberes de justicia
que son exigibles a cualquier ser racional y que, en definitiva, sólo componen
unas exigencias mínimas, las éticas de la felicidad, por el contrario, intentan
ofrecer ideales de vida buena, en los que el conjunto de bienes de que las
personas podemos gozar se presentan jerarquizadamente como para producir la
mayor felicidad posible. Son, por tanto, éticas de máximos, que aconsejan
seguir su modelo, nos invitan a tomarlo como orientación de la conducta, pero
no pueden exigir que se siga, porque la felicidad es cosa de consejo e
invitación, no de exigencia.
Con la distinción entre estos dos tipos de
ética es posible intentar responder a la pregunta de si hay un criterio
universalmente intersubjetivo para tomar decisiones morales a la hora de elegir
entre las posibilidades que se nos presentan, porque las formas de vida de
distintas culturas o grupos sociales, sus ideales de felicidad, son sin duda
modelos desde los que justificamos nuestras elecciones, pero lo que no podemos
exigir es que cualquier ser racional adopte los mismos ideales, sino
proponerlos, invitar a vivir según ellos, aconsejarlos, si es que a nosotros
nos hacen felices. Por el contrario, los criterios de justicia son
universalmente intersubjetivos y, por tanto, exigibles. La universalizabilidad
del fenómeno moral pertenece, pues, a la dimensión de la justicia, más que a la
de la felicidad.
En estas
afirmaciones estarían de acuerdo, entre otros, autores como Rawls, Apel,
Habermas y Kohlberg.
Reconocer esta doble
faceta de la moralidad es la única forma de dar razón de dos fenómenos al
menos:
a) El hecho innegable de que haya contenidos
morales diversos y de que a la vez ciertos juicios morales exijan
universalidad.
b) El hecho del pluralismo existente en las
sociedades democráticas, que no es politeísmo axiológico. Si hubiera politeísmo
axiológico, los miembros de tales sociedades no tendrían nada en común
moralmente y no podrían construir nada juntos; sin embargo, el pluralismo
consiste en compartir unos mínimos de justicia, desde los que se conviene en
potenciar que cada quien viva según su modelo de felicidad y pueda invitar a
otros a vivir según él (nunca imponerlo).
La articulación de
mínimos y máximos, por otra parte, hace posible, entre otras cosas:
a) Construir una ética cívica democrática,
que consiste en los mínimos que los ciudadanos comparten, alimentados por los
máximos que profesan.
b) Aplicar esos mínimos a los distintos
ámbitos de la vida social (medicina, empresa, ciencia y tecnología, educación,
política, ecología), de modo que se encuentre alta de moral, en buena forma.
Ésta es la tarea de la ética aplicada.
c) Construir una ética universal, un
"Nuevo Orden Ético Internacional", desde aquellas exigencias de
justicia que son inapelables, entre las que se cuentan el deber de respetar los
modelos de felicidad de los distintos grupos y culturas.
CASO EL ABUELO
En una zona bajo andina del Perú un abuelo narra a
su nieto una historia ajena pero cercana a todos. Historia sobre los efectos de los casi inmanejables
elementos de la naturaleza y cómo estos por poco extinguen a 9 miembros de una
familia campesina.
Dicha historia cuenta lo siguiente:Las
lluvias –como todos los años- acaudalaron en demasía las aguas del rio que
bordeaba las tierras habitadas por la familia Pazonki y, en un desborde,
cortaron la vida de los padres y quedaron en la orfandad 5 hermanos entre 12 a
17 años.
Luego
de un corto duelo el mayor de los hermanos preguntó con voz trémula y enérgica
a la vez ¿y, ahora qué haremos para sobrevivir?
-
Julio de 11 dijo, yo tengo habilidad para pescar y me encanta hacerlo- y así traeré
truchas para todos.
-
Junio de 12 dijo, yo traeré leña seca – me encanta
cortarla y soy muy hábil en ello- y así cocinaremos para todos
-
Mayo de 13 dijo, yo quiero cosechar naranjas y
así habrá vitaminas para todos; pese a que no me gusta cosechar y detesto las
naranjas.
-
Abril dijo de 14, yo quiero hacer algo para mí y
no para los demás, por tanto yo cazaré y
comeré de mi trabajo, no necesito de nadie y nadie necesita de mí.
-
Marzo de 15 dijo, yo quiero hacer algo –porque
me aburro fácilmente- pero no puedo hacer nada ya que tengo los dedos derechos
quemados por culpan de la leña ardiente que mi padre me ordeno encender.
-
Febrero de 16 dijo, yo solo quiero contemplar la
naturaleza, retratarla con palabras y hacer
poesía.
-
Enero de 17 dijo, yo quiero hacer las reglas de la
familia, juzgar a quién se las aplica y ejecutar su aplicación y, les comunicó
que detesto las truchas y las naranjas.
Luego, el nieto tras escuchar atentamente la historia
formula la siguiente pregunta:¡Caramba! ¿En la familia Pazonki no hay coincidencias –todos
quieren cosas diferentes- por tanto nunca se pondrán de acuerdo.
El abuelo responde:
- Te equivocas, coinciden en algo trascendental y
es que “todos quieren hacer lo que quieren”
es decir, ninguno está dispuesto a renunciar al objeto de su querencia
-
Ahora, pon atención nieto mío, todos coinciden en la búsqueda de instantes de
felicidad; por tanto, todos desean lo mismo y es el poder elegir y hacer lo elegido; y, a ese poder llamamos
“libertad”.Y, el nieto repregunta ¿Por qué es importante esa
coincidencia.
El
abuelo contesta lo siguiente:
- Es importante porque dicha coincidencia implica precisamente
el deseo universal más caro de la humanidad “el deseo de libertad” el cual aún
no es un valor ni un derecho fundamental, porque solo llegará a serlo cuando la
razón humana reconozca al otro como su semejante en lo esencial y descubra que para evitar que “la libertad de unos choque
con la de otros” es necesario
delimitarla para llegar al ideal de
“igualdad de oportunidades para ejercer los ansiados derechos fundamentales”.Y, el nieto formula
sus dos últimos cuestionamientos: primero
¡Abuelo! ¿Te olvidas de lo más importante, la vida como condición necesaria
para ejercer precisamente la libertad e igualdad? Segundo ¿Cómo se delimita la libertad en partes iguales?
-
El abuelo responde al primer cuestionamiento: Te felicito, tienes a quien salir en tus
inquietudes, te diré que la vida también es un valor y un derecho fundamental,
pero tú sabes que la historia ha
demostrado que muchos han preferido morir antes de perder la libertad; en
consecuencia no hay jerarquías absolutas en estos valores y derechos, las
jerarquías como los caminos en la vida se hacen al andar.
- Al segundo
cuestionamiento responde: No es
posible dividir en partes iguales el pastel de las oportunidades –porque la “igualdad
ideal” no coincide con el “mundo real” variopinto por naturaleza; por tanto, las
delimitaciones se hacen bajo criterios de un cuarto valor y éste es el de la
justicia, la cual implica usar la proporcionalidad para distribuir bienes en razón
de intereses, necesidades y méritos: y, esta tarea te la dejo para que reflexiones sobre las diversas fórmulas
para no incurrir en un desbalance en el goce y ejercicio de los bienes que nos
da la vida.
-
Y el nieto llega a la siguiente conclusión:
entonces el destino nos sortea un pedazo de pastel grande o pequeño, dulce o
amargo, y la justicia tratará de volver a sortear para compensar las
oportunidades de la vida. Tú lo has dicho nieto mío mejor que yo.
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