jueves, 9 de junio de 2016

Ética mínima y el reconocimiento del otro como ser dialógico

Escrito por Cortina. A. y Martínez .E. Ética. Editorial Akal. Madrid. 2001*

ÉTICAS DE MÁXIMOS Y ÉTICAS DE MÍNIMOS*
Un buen número de autores considera hoy en día que conviene distinguir "lo justo" y "lo bueno" dentro del fenómeno moral en su totalidad, sin olvidarnos de que "distinguir" dos aspectos de un fenómeno para comprenderlo mejor no significa suponer que en la realidad se dan separados. Resulta imposible sin duda averiguar qué es lo justo si no tenemos ya unos ideales de vida buena, y es de igual modo imposible diseñar un ideal de felicidad sin contar con elementos de justicia. Sin embargo, lo justo y lo bueno pueden y deben distinguirse en el siguiente sentido.
Cuando tenemos algo por justo no estamos pretendiendo sólo expresar un sentimiento(emotivismo), ni informando de que lo aprobamos(subjetivismo), ni tampoco exigiendo que sólo lo tenga por justo nuestro propio grupo(relativismo), sino que estamos pretendiendo que lo tenga por justo cualquier ser racional que se sitúe en condiciones de imparcialidad; es decir, estamos pretendiendo que debe tenerlo por justo cualquier ser racional que no se deje llevar por sus intereses individuales o grupales, sino por intereses universalizables, porque creemos tener razones suficientes para convencer a otras personas de que la propuesta satisface tales intereses.
(Si decimos, por ejemplo, que es injusta la actual distribución de la riqueza, en virtud de la cual gran parte de la humanidad muere de hambre, no intentamos solamente expresar una opinión, sino afirmar que debería cambiar tal distribución y qué pensaría igual que nosotros cualquier ser racional, que deseara satisfacer intereses universalizables).

La justicia se refiere, por tanto, a lo que es exigible en el fenómeno moral y además exigible a cualquier ser racional que quiera pensar moralmente. Con lo cual nos encontramos con que es moralmente justo lo que satisface intereses universalizables. ¿Cómo podríamos averiguar cuáles son esos intereses? Celebrando un diálogo entre todos los afectados en condiciones de simetría, como propone la ética discursiva.
Sin embargo, cuando tenemos algo por bueno, por "felicitante", no podemos exigir que cualquier ser racional lo tenga por bueno, porque ésta sí que es una opción subjetiva. En este sentido es en el que hoy en día ha hecho fortuna la distinción entre éticas de mínimos y éticas de máximos, entre "éticas de la justicia" y "éticas de la felicidad".
Las éticas de la justicia o éticas de mínimos se ocupan únicamente de la dimensión universalizable del fenómeno moral, es decir, de aquellos deberes de justicia que son exigibles a cualquier ser racional y que, en definitiva, sólo componen unas exigencias mínimas, las éticas de la felicidad, por el contrario, intentan ofrecer ideales de vida buena, en los que el conjunto de bienes de que las personas podemos gozar se presentan jerarquizadamente como para producir la mayor felicidad posible. Son, por tanto, éticas de máximos, que aconsejan seguir su modelo, nos invitan a tomarlo como orientación de la conducta, pero no pueden exigir que se siga, porque la felicidad es cosa de consejo e invitación, no de exigencia.
 Con la distinción entre estos dos tipos de ética es posible intentar responder a la pregunta de si hay un criterio universalmente intersubjetivo para tomar decisiones morales a la hora de elegir entre las posibilidades que se nos presentan, porque las formas de vida de distintas culturas o grupos sociales, sus ideales de felicidad, son sin duda modelos desde los que justificamos nuestras elecciones, pero lo que no podemos exigir es que cualquier ser racional adopte los mismos ideales, sino proponerlos, invitar a vivir según ellos, aconsejarlos, si es que a nosotros nos hacen felices. Por el contrario, los criterios de justicia son universalmente intersubjetivos y, por tanto, exigibles. La universalizabilidad del fenómeno moral pertenece, pues, a la dimensión de la justicia, más que a la de la felicidad.
En estas afirmaciones estarían de acuerdo, entre otros, autores como Rawls, Apel, Habermas y Kohlberg.
Reconocer esta doble faceta de la moralidad es la única forma de dar razón de dos fenómenos al menos:
   a) El hecho innegable de que haya contenidos morales diversos y de que a la vez ciertos juicios morales exijan universalidad.
   b) El hecho del pluralismo existente en las sociedades democráticas, que no es politeísmo axiológico. Si hubiera politeísmo axiológico, los miembros de tales sociedades no tendrían nada en común moralmente y no podrían construir nada juntos; sin embargo, el pluralismo consiste en compartir unos mínimos de justicia, desde los que se conviene en potenciar que cada quien viva según su modelo de felicidad y pueda invitar a otros a vivir según él (nunca imponerlo).
La articulación de mínimos y máximos, por otra parte, hace posible, entre otras cosas:
   a) Construir una ética cívica democrática, que consiste en los mínimos que los ciudadanos comparten, alimentados por los máximos que profesan.
   b) Aplicar esos mínimos a los distintos ámbitos de la vida social (medicina, empresa, ciencia y tecnología, educación, política, ecología), de modo que se encuentre alta de moral, en buena forma. Ésta es la tarea de la ética aplicada.
   c) Construir una ética universal, un "Nuevo Orden Ético Internacional", desde aquellas exigencias de justicia que son inapelables, entre las que se cuentan el deber de respetar los modelos de felicidad de los distintos grupos y culturas.

CASO EL ABUELO
En una zona bajo andina del Perú un abuelo narra a su nieto una historia ajena pero cercana a todos. Historia  sobre los efectos de los casi inmanejables elementos de la naturaleza y cómo estos por poco extinguen a 9 miembros de una familia campesina. 
Dicha historia cuenta lo siguiente:Las lluvias –como todos los años- acaudalaron en demasía las aguas del rio que bordeaba las tierras habitadas por la familia Pazonki y, en un desborde, cortaron la vida de los padres y quedaron en la orfandad 5 hermanos entre 12 a 17 años.
Luego de un corto duelo el mayor de los hermanos preguntó con voz trémula y enérgica a la vez ¿y, ahora qué haremos para sobrevivir?
-          Julio de 11 dijo, yo tengo habilidad para  pescar y me encanta hacerlo- y así traeré truchas para todos.
-          Junio de 12 dijo, yo traeré leña seca – me encanta cortarla y soy muy hábil en ello- y así cocinaremos para todos
-          Mayo de 13 dijo, yo quiero cosechar naranjas y así habrá vitaminas para todos; pese a que no me gusta cosechar y detesto las naranjas.
-          Abril dijo de 14, yo quiero hacer algo para mí y no para los demás, por tanto yo cazaré  y comeré de mi trabajo, no necesito de nadie y nadie necesita de mí.
-          Marzo de 15 dijo, yo quiero hacer algo –porque me aburro fácilmente- pero no puedo hacer nada ya que tengo los dedos derechos quemados por culpan de la leña ardiente que mi padre me ordeno encender.
-          Febrero de 16 dijo, yo solo quiero contemplar la naturaleza, retratarla con palabras y hacer  poesía.
-          Enero de 17  dijo, yo quiero hacer las reglas de la familia, juzgar a quién se las aplica y ejecutar su aplicación y, les comunicó que detesto las truchas y las naranjas.

      Luego, el nieto tras escuchar atentamente la historia formula la siguiente pregunta:¡Caramba! ¿En la familia Pazonki no hay coincidencias –todos quieren cosas diferentes- por tanto nunca se pondrán de acuerdo.
       El abuelo responde:
-         Te equivocas, coinciden en algo trascendental y es que “todos quieren hacer lo que quieren”   es decir, ninguno está dispuesto a renunciar al objeto de su querencia
-          Ahora, pon atención nieto mío, todos  coinciden en la búsqueda de instantes de felicidad; por tanto, todos desean lo mismo y es el poder elegir  y hacer lo elegido; y, a ese poder llamamos “libertad”.Y, el nieto repregunta ¿Por qué es importante esa coincidencia.
      El abuelo contesta  lo siguiente:
-    Es importante porque dicha coincidencia implica precisamente el deseo universal más caro de la humanidad “el deseo de libertad” el cual aún no es un valor ni un derecho fundamental, porque solo llegará a serlo cuando la razón humana reconozca al otro como su semejante en lo esencial y descubra que  para evitar que “la libertad de unos choque con la de otros”  es necesario delimitarla para llegar  al ideal de “igualdad de oportunidades para ejercer los ansiados derechos fundamentales”.Y, el nieto formula sus dos últimos cuestionamientos: primero ¡Abuelo! ¿Te olvidas de lo más importante, la vida como condición necesaria para ejercer precisamente la libertad e igualdad? Segundo ¿Cómo se delimita la libertad  en partes iguales?
-          El abuelo responde al primer cuestionamiento: Te felicito, tienes a quien salir en tus inquietudes, te diré que la vida también es un valor y un derecho fundamental, pero tú sabes que la historia  ha demostrado que muchos han preferido morir antes de perder la libertad; en consecuencia no hay jerarquías absolutas en estos valores y derechos, las jerarquías como los caminos en la vida se hacen al andar.
-     Al segundo cuestionamiento responde:  No es posible dividir en partes iguales el pastel de las oportunidades –porque la “igualdad ideal” no coincide con el “mundo real” variopinto por naturaleza; por tanto, las delimitaciones se hacen bajo criterios de un cuarto valor y éste es el de la justicia, la cual implica usar la  proporcionalidad para distribuir bienes en razón de intereses, necesidades y méritos: y, esta tarea te la dejo  para que reflexiones sobre las diversas fórmulas para no incurrir en un desbalance en el goce y ejercicio de los bienes que nos da la vida.
-          Y el nieto llega a la siguiente conclusión: entonces el destino nos sortea un pedazo de pastel grande o pequeño, dulce o amargo, y la justicia tratará de volver a sortear para compensar las oportunidades de la vida.   Tú lo has dicho nieto mío mejor que yo.

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