PNUD (2004) Ideas y aportes: La democracia en América Latina. Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos. 2ª edición. Nueva York: PNUD. pp. 27, 29 – 31.
PARA
EL COMÚN DE LAS PERSONAS, LA PALABRA “DEMOCRACIA” PUEDE TENER MÁS de un
significado y éstos suelen ser imprecisos. Para los practicantes de la
política, la democracia asume una dimensión fundamentalmente procesal: se trata
de las reglas que permiten competir por el poder en forma pacífica a través,
sobre todo, de elecciones limpias y periódicas para escoger a los gobernantes y
representantes de la ciudadanía.
[Para
nosotros] la democracia requiere el desarrollo integral de la ciudadanía, lo
cual implica tanto el pleno ejercicio de los derechos políticos, como de los
civiles y sociales, según ha sido reconocido en diversos documentos de Naciones
Unidas.
La
Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada en 1948 establece una
concepción amplia de la ciudadanía, que abarca derechos civiles, políticos y
sociales. Adicionalmente, en el 2000, la Asamblea General en la Declaración del
Milenio establece que “no escatimaremos esfuerzo alguno por promover la
democracia y fortalecer el imperio del derecho y el respeto de todos los
derechos humanos y libertades fundamentales internacionalmente reconocidos,
incluido el derecho al desarrollo”.
Por su
parte la OEA ha adoptado mecanismos para fortalecer la democracia y reaccionar
ante situaciones que puedan interrumpirla, y en 2001 aprobó la Carta Democrática
Interamericana. Junto con el Grupo de Río, las Cumbres Iberoamericanas y otras
instancias regionales, estos organismos vienen auspiciando una agenda que
resalta la importancia de la política y de una concepción integral de la
democracia. Cada vez más, la comunidad internacional está convergiendo hacia la
visión más amplia de la democracia; este Informe recoge la idea de que, para
prevenir retrocesos en el proceso democrático, es necesario analizar al régimen
democrático como parte, y no aisladamente, del marco de las ciudadanías
política, civil y social. El gran reto está en consolidar este consenso
emergente y traducirlo en apoyo a reformas que fortalezcan las democracias
latinoamericanas.
La
democracia es una dimensión esencial del desarrollo humano. Éste se define
“como el aumento de las opciones para que los habitantes de un país puedan
mejorar su vida”2. Parafraseando pues una expresión famosa, podría definirse
desarrollo humano como “el desarrollo de la gente, por la gente y para la
gente”: de la gente, porque se trata de llevar una vida más humana; por la
gente, ya que el desarrollo depende del esfuerzo creativo de hombres y mujeres,
no de la naturaleza ni de la suerte; para la gente, porque el fin no es
añadirle ceros a las cuentas nacionales sino mejorar la vida de las personas.
Así, el verdadero objeto de las políticas públicas es proveer más opciones para
que el ciudadano lleve su propia vida de manera más y más satisfactoria, o sea,
en una frase, que “desarrollo es libertad”3. Y la libertad, además de ser el
fin, es el mejor medio para lograr el desarrollo: la ciudadana o el ciudadano
no sólo debe ser el beneficiario o receptor último de las opciones, sino además
su actor por excelencia. La concepción de ciudadanía enunciada por las Naciones
Unidas en 1948 fue reiterada en términos académicos por T. H. Marshall en 1949.
Más recientemente, teóricos de la democracia y el desarrollo humano han
ofrecido varios argumentos para adoptar un concepto de la democracia que
incluye, pero va más allá, del proceso electoral.
En la
formulación rigurosa de Guillermo O´Donnell4, la democracia es más que un
conjunto de condiciones para elegir y ser elegido (“democracia electoral”);
también es una manera de organizar la sociedad con el objeto de asegurar y expandir
los derechos de las personas (“democracia de ciudadanía”). Esta visión más
amplia de la democracia se basa en cuatro ideas principales: a) El ser humano
como sujeto portador de derechos; b) La sociedad organizada de modo que
garantice el ejercicio y promueva la expansión de la ciudadanía; (c) Las
elecciones libres y competitivas, junto con la vigencia del estado de derecho,
como condición necesaria, aunque no suficiente, de la democracia, y d) La
especificidad histórica de los pueblos latinoamericanos en sus procesos de
construcción de la nación.
Si la
ciudadanía es el fundamento de la democracia, la discusión sobre el estado de
la democracia y el debate sobre las reformas democráticas debe abarcar las
distintas dimensiones de la misma: la ciudadanía política, la ciudadanía civil
y la ciudadanía social.
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